sábado, 25 de abril de 2015

La Sicronicidad (Parte 1): Principio de Conexión Acausal





Parte 1


por Dr. Adolfo R. Ordóñez


Distinguiéndose claramente de la “Ley de causa y efecto”, que involucra un “Principio de conexión causal entre los eventos", ubicaba Jung a un “Principio de conexión a-causal”, al que se refirió como “[Ley de] sincronicidad”.
El primer tipo de vínculo –que aún hoy predomina en Occidente- se basa en la causa (o las causas) que luego de un lapso de tiempo produce un efecto (o efectos). Presupone siempre algún proceso que implica un movimiento en el espacio y en el tiempo. Por ejemplo, le propinamos un puntapié a una pelota (causa) y a continuación, ésta sale disparada en la dirección espacial que se le dio (efecto).
En cambio, el segundo tipo de vínculo predominó en la antigüedad, en todos los “sistemas oraculares”, y muy particularmente en la vieja y sabia China, aquella del “I Ching”. Aquí, la “conexión” o “Ley” viene dada por la ocurrencia paralela de dos “sucesos” –muchas veces simultánea, o bien surgida desafiando la separación espacio-temporal entre los eventos- con una marcada índole “acausal” y aparentemente azarosa. Ambos eventos no están ligados como “causa” y “efecto”, ya que incluso son cualitativamente muy diferentes entre sí, pero sin embargo -y bastante “misteriosamente”-, su vínculo consiste en compartir una notable significación para alguien.
La sincronicidad consiste en la “cuasi-simultaneidad” (con un orbe temporal y espacial mayor o menor, según el caso) de cierto estado psíquico y de uno o varios acontecimientos exteriores que se manifiestan como elementos objetivos paralelos en la vida del sujeto, y que le son significativos en relación con el estado subjetivo del momento que atraviesa, y viceversa. Precisamente, en dicho carácter “significativo” radica la diferencia con una mera “coincidencia azarosa”. En todo caso, se trata de una conexión acausal entre un proceso psíquico y un fenómeno físico que consiste en la inesperada aparición de un vínculo altamente significativo entre el estado psíquico “interno” de un “sujeto”, con un acontecimiento “objetivo-externo”.

La sincronicidad es la “coincidencia” –acausal- entre las manifestaciones de un estado psíquico
y uno o varios eventos físicos paralelos “significativos” en relación con dicho estado subjetivo; o bien, con otro estado psíquico anterior o posterior en cuanto al tiempo (por ejemplo, un sueño o una fantasía).

A los efectos de clarificar más este notabilísimo asunto, citaremos al propio Jung:

 “...mis investigaciones sobre el inconsciente colectivo me hicieron tropezar una y otra vez con conexiones que ya no me era posible explicar como agrupaciones o acumulaciones causales. Tratábase de “coincidencias” tan significativamente conexas, que su ocurrencia “causal” representaba una probabilidad sólo expresable por una magnitud imposible de medir [por lo pequeña]. Citaré como ejemplo un caso de mi propia observación: una joven paciente tuvo en un momento decisivo del tratamiento un sueño durante el cual se le regalaba un escarabajo de oro.
Mientras me relataba el sueño, estaba yo de espaldas contra la ventana cerrada. De repente percibí detrás mío un ruido, como si algo golpeara suavemente contra la ventana. Volviéndome advertí que un insecto había chocado contra la ventana desde afuera. Abrí la ventana y lo cacé al vuelo. Era la analogía más próxima a un escarabajo de oro que cabe encontrar en nuestras latitudes, un scarabeide cetonia aurata, la “cetonia común de la rosa”, que evidentemente se había sentido impulsado, en contra de sus hábitos comunes, a penetrar en una habitación oscura en ese preciso momento.” (La Interpretación de la Naturaleza y la Psique; C. G. Jung; Paidós, Buenos Aires, pág. 31)…Hasta llegar al sueño en cuestión [la paciente] no había hecho progreso alguno… Hacía falta evidentemente un acontecimiento irracional, que yo, desde luego, no podía producir. El sueño por sí sólo había producido una leve conmoción en la posición racionalista de mi paciente. Pero cuando el escarabajo llegó a su realidad, el ser natural de ella pudo romper la coraza… con lo cual se inició el proceso de transformación. Cualquier cambio fundamental de actitud significa una renovación psíquica, y por lo regular va acompañado de símbolos de renacimiento en los sueños y en la fantasía. El escarabajo es un símbolo de renacimiento. En el “Am-Duat”, libro del antiguo Egipto, se describe cómo el dios-sol, después de haber muerto, se transforma, al llegar la décima estación en Kephera[1], en escarabajo, y como tal sube en la duodécima estación a la barca que asciende con el sol rejuvenecido al cielo matutino… (Aunque el símbolo no era conocido por mi paciente)…El psicólogo tropieza constantemente con casos en los cuales la emergencia de paralelos simbólicos no puede explicarse sin la hipótesis de lo inconsciente colectivo."
“Las coincidencias significativas, que deben distinguirse de los meros agrupamientos al azar, parecen tener un fundamento arquetípico” (Ídem, págs. 32-33).

También cita el caso de una señora que ve que una bandada de aves se había aposentado sobre el techo. Esta señora interpreta ese suceso como que su esposo, enfermo del corazón, y que en ese momento se encontraba de viaje, había sufrido una descompostura.
Dicha significación fue correcta, según después pudo comprobar- (de hecho, su marido había fallecido). Jung ve en episodios de esta naturaleza el sentido de la expresión popular “pájaros de mal agüero”. 
En otra ocasión, menciona el caso de una mujer que, mientras caminaba con él por el borde de un bosque, le relata que había tenido un sueño en el que aparecía un zorro. En ese mismo instante, Jung miró y le señaló la “casual pero significativa” presencia de un zorro asomado tras un árbol, mientras ella le hablaba del zorro de sus sueños. O el caso de una paciente que ha entrado en lo que vulgarmente se denomina un “bache depresivo”, y en medio de su discurso deja entrever –sin notar ella la notable conexión- que “justo” se le había hundido un pozo ciego en el fondo de su casa.
Cada uno de nosotros pasa por experiencias semejantes a lo largo de su vida. ¿No es así? ¿Quién no ha tenido “sueños proféticos” –en pequeña escala- que le “adelantaron” lo que le iba a suceder con tal o cual persona?
Otro caso famoso de sincronicidad es el de la visión del místico, físico-matemático, astrónomo, y filósofo sueco Emanuel Swedenborg (1688-1772) quien mientras estaba dando una conferencia frente a una multitud muy lejos de su país natal “vio”, cómo “en ese preciso momento se estaba incendiando su ciudad, Estocolmo.” Comentó esta percepción a quienes lo rodeaban. Sus comentarios sólo pudieron ser comprobados al llegar la noticia días más tarde. Efectivamente, Estocolmo se estaba incendiando mientras él daba la conferencia, tal como lo había percibido.
Los ejemplos que generalmente expone Jung se ubican dentro de los fenómenos estudiados por la Psicología y la Parapsicología; sin embargo, su dominio se extiende al de la Física y las Ciencias Naturales. Veamos algunos.
En El hombre y sus Símbolos, Jung comenta los casos del famoso matemático francés Henri Poincaré quién reconocía que algunas de sus geniales ideas se le ocurrieron “de forma repentina y pintoresca”.
La idea-solución del químico Kekulé sobre la estructura circular del benceno –característica que dio la clave para entender toda la Química Orgánica- la terminó hallando en un sueño: Kekulé soñó con un ouroboros o serpiente que se muerde su propia cola, formando así un círculo. Esto le reveló, según él cuenta la estructura circular que resolvía su problema. De ese modo encontró así la solución, luego de haber trabajado mucho, previamente en el problema sin resultados satisfactorios.
En su libro 'Lo Inconsciente', Jung cuenta el caso del médico –no físico ni químico, tal como uno hubiera esperado-, el Dr. Robert Meyer, a quien se “le cruzaron por la mente unos relámpagos de inspiración intuitiva” que lo condujeron a formular una de las ideas más brillantes del siglo XIX: la de la conservación de la energía. Esta no sólo puede ser sentida subjetivamente, sino que también puede ser comprobada objetivamente.
Algunos otros ejemplos de estas “casualidades significativas” son los descubrimientos de la penicilina, el velcro, el teflón o la dinamita, dado que sus “afortunados” descubridores no estaban buscando estas cosas. “Serendipia” es un término que describe el descubrimiento accidental de cosas no buscadas. ¡Es ubicua en la ciencia y la tecnología!

En otro artículo, relacionado con el misterio de los números, las letras y las palabras, intentaré mostrar el papel que, evidentemente juega la Sincronicidad a la hora de “asignar nombre” a las personas y a las cosas. 
Resumiendo, estas “coincidencias significativas” se presentan en el tiempo bajo tres formas:
  •                   La coincidencia de cierto estado psíquico con un proceso objetivo que se percibe ocurriendo simultáneamente.
  •                 La coincidencia de un estado psíquico subjetivo con una fantasía (sueño o visión “profético”) que luego resulta ser un acontecimiento objetivo ocurrido más o menos simultáneamente, pero a distancia. 
  •                   La tercera forma es similar a la segunda, pero el acontecimiento sincronístico ocurre en el futuro y está representado en el presente por una fantasía que le corresponde.

Observaciones:
1°) La Psicología Analítica de Jung distingue entre “sincronicidades” –que afectan sustancialmente nuestras vidas- y sólo se producen bajo ciertas condiciones (cuando “se activa” o “constela” en nosotros un arquetipo del inconsciente colectivo); y “eventos sincronísticos” –menos cruciales desde nuestra perspectiva personal, pero esenciales para el funcionamiento cósmico- y que están ocurriendo permanentemente y por doquier. Ambas nociones son fundamentales, en particular en el campo astrológico.
2°) La sincronicidad tal como la planteó Jung, presupone un significado que es a priori con respecto a la conciencia humana, y que parece existir fuera del hombre. Y por lo tanto, implica aceptar que no sólo puede haber “portación simbólica” dentro del campo psicológico y “subjetivo”, sino que aún los hechos supuestamente “objetivos” también pueden ser simbólicos, en el sentido de que pueden estar siendo metáforas de otros [2].
Conviene aquí tener en cuenta que una palabra o una imagen, es simbólica cuando representa algo más que su significado inmediato y obvio. Tiene un aspecto “inconsciente” más amplio que nunca está definido con precisión o completamente explicado. Como hay innumerables cosas más allá del alcance del entendimiento humano, usamos constantemente términos simbólicos para representar conceptos que no podemos definir o comprender del todo. Esta es una de las razones por las cuales todas las religiones emplean lenguaje simbólico o imágenes. El hombre también produce símbolos en forma inconsciente y espontáneamente en forma de sueños. Pero los símbolos no se producen sólo en los sueños. Aparecen en toda clase de manifestaciones psíquicas: Hay pensamientos simbólicos, situaciones y actos simbólicos.
Además, según Jung hay muchos símbolos que no son individuales sino colectivos en su naturaleza y origen -principalmente las imágenes religiosas-. [3]
Jung designa como Psicoide a este aspecto de los Arquetipos del Inconciente Colectivo, que los hace susceptibles de manifestarse en la psique y en la materia simultáneamente [4]. También se refiere a veces a la transgresividad de los Arquetipos, que les permite ir más allá del campo psíquico (“transgrediendo” su frontera) para expresarse a través de los fenómenos naturales.4





Dr. Adolfo R. Ordóñez


[1] O “Kefer-Ra”, el escarabajo que míticamente “mueve al sol” en su órbita, y que va enrollando en bolitas sus excrementos (a los que se come) mientras se va arrastrando por el suelo, hasta que le crecen alas y queda capacitado para elevarse hasta el cielo. Es un mito notable, si se piensa tanto psicológica como astrofísicamente, ya que tanto el “Self” como el Sol realmente “se han alimentado -y aún lo hacen- de los deshechos”, en un caso de la psique, y en el otro de la materia meteórica y cometaria del espacio, con la que asumieron su forma áurica y esférica. Es una simbología alquímica y física a la vez.
[2] “Jung y el principio de sincronicidad”, de A. Haber
[3] El Hombre y sus Símbolos”. Cap. 1: Acercamiento al inconsciente . C.G. Jung
[4] La Sincronicidad. ¿Existe un orden a-causal? Reeves; Cazenave; Solié; Pribram; Etter; von Franz. Gedisa editorial, Barcelona 1987.
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