jueves, 19 de octubre de 2017

Tanto el Espíritu como la Materia son el Brahman

Tanto el Espíritu como la Materia son el Brahman
Adolfo Ramón Ordóñez

“Todo esto es el Brahman; este Atma es el Brahman y el Atma es cuádruple”
Mandukya Upanishad [Versos 2, 7]
“La Materia es el Brahman” […] “la Energía es el Brahman”
Taittiriya Upanishad [III, 1, 2]

Entre los científicos 'actuales' (aunque seguidores de la ‘vieja escuela’) –y desde los ‘Principia’ de Newton- es común la postura ‘agnóstica’ o francamente ‘atea’, y aunque hay muchos que se consideran ‘creyentes’ en un Dios Único, lo conciben como si fuera ‘Puro Espíritu’ o ‘absolutamente inmaterial’, y ‘Creador de la Materia y sus Leyes’, las que ‘por sí mismas’,  ciega y mecánicamente dan origen y continuidad al pre-ordenado despliegue del Universo. Es cierto que, en su concepción, ese desarrollo se da siguiendo al pie de la letra las Indicaciones y las Fórmulas establecidas por el Único Vidente Divino ‘en el principio’, y que se consideran tan ‘matemáticamente perfectas’ que cubren todo lo necesario, hasta el final. No es de extrañar que, en semejante paradigma, no quepa en ningún ‘paper’ o artículo científico la menor alusión a ‘Dios’, ya sean sus autores (los del ‘paper’) ateos o ‘religiosos’ en el sentido arriba mencionado. Podríamos muy bien preguntarnos, como hiciera Napoleón Bonaparte con Pierre Simon Laplace, respecto de su “Exposition du Systeme du Monde”: ¿Por qué, en las obras científicas acerca del Mundo, no encontramos la más mínima mención a Dios?
En cambio, es bien sabido que la concepción Vedántica es muy diferente –así como la de las Tradiciones Esotéricas de todo el mundo-. Las citas de las Upanishads que encabezan estas líneas tratan de sugerirnos su postura. Dice Sri Aurobindo hablando de ‘las dos Negaciones’:
“La afirmación de una vida divina sobre la tierra y de un sentido inmortal de la existencia mortal no puede tener base a no ser que reconozcamos no sólo al Espíritu como habitante de esta mansión corporal, el usufructuario de esta vestimenta mutable, sino también que aceptemos a la Materia con que ésta está hecha, como material apropiado y noble con la que Él constantemente teje Sus atavíos y construye recurrentemente la interminable serie de Sus mansiones.” […] “Si aseguramos que existe sólo un Puro Espíritu y una sustancia o energía mecánica carentes de inteligencia, llamando Dios al primero y Naturaleza a la segunda, el fin inevitable será que negaremos a Dios [ateísmo o ‘la negación materialista’] o daremos la espalda a la Naturaleza [‘la negación del ascetismo’].” [“La Vida Divina”, Cap. II, 12-13]


En cuanto a la postura de muchos científicos con respecto a la Conciencia, por lo general, y salvo algunos físicos cuánticos, o las mentes más ‘espirituales’ o de tendencias más ‘transpersonales’ que trabajan en algún campo científico, aquella es considerada una ‘propiedad emergente’ de la Materia-Energía, y no como un ‘Principio independiente’. Ésta última postura, es lo inverso: se hace derivar de la Conciencia (en la que, para simplificar, incluimos tanto lo consciente como lo inconsciente, la información, la memoria, etc.) tanto al Espíritu como a la Materia-Energía, como sus dos polos expresivos
Como decía H. P. Blavatsky: “El Espíritu es Materia en el plano más elevado, y la Materia es Espíritu en el plano más denso”. Son como el vapor de agua y el hielo: H2O en diferentes estados, uno gaseoso y el otro sólido. Comprender esta identidad de sustancia entre ambos polos (que son como el calor y el frío, ambos son 'temperatura' pero con valores en los extremos opuestos de un mismo ‘termómetro’) nos haría mucho bien. Y lo mismo ocurre con los problemas entre los dos ‘géneros’, femenino y masculino, yin y yang. El célebre psiquiatra y psicoanalista suizo Carl Gustav Jung, decía que muchos problemas mundiales se podrían haber evitado si el Cristianismo hubiera sido capaz de avanzar más en la comprensión del tema que él llamaba de las tres M’s: Materia, Mujer y Mal.


¡Qué importante sería que aprendiéramos a ‘espiritualizar’ y 'ennoblecer' a la Materia, así como a ‘economizar’ nuestras energías y 'materiales' para el bienestar del Espíritu!
De hecho, la Materia es tan ‘respetada’ y 'ennoblecida' en el Esoterismo, que también es considerada de naturaleza ‘Angélica’ [o Dévica], al igual que lo es el Espíritu. La única diferencia está en la ‘Cualidad’ de los correspondientes ‘Coros Angélicos’ intervinientes. Y no es casual que el nombre ‘materia’ derive de ‘Mater’ o Madre. Es que, en el maravilloso Misterio del Ser del Hijo (o Alma), si el Padre (vía el Espíritu y su irradiación subjetiva ‘paterna’) lo mantiene unido a su Esencia, la Madre es la que (vía la Materia y sus ‘vehículos’ más objetivos) le otorga su Existencia. Ambos, Padre y Madre, confluyen en su Hijo a través de la entrega de sus ‘séptuples vestiduras’, las de su ‘Huevo Áurico’ de siete pieles (además de brindarle todo su amor y la mejor educación que les sea posible).
Volviendo a Blavatsky, ella dijo: “[…] si bien es imposible definir a Parabrahm, sin embargo cuando hablamos de lo primero que puede ser concebido, eso debe ser tratado como un Principio Femenino. En todas las cosmogonías, la primera diferenciación fue tratada como femenina. Es Mulaprakriti [la Raíz de Prakriti o la Naturaleza; HPB aclara que es tomada como sinónima de la Luz de ‘Aditi’] que oculta o vela a Parabrahm; Or Ein Sof, [término hebreo de los kabalistas, que significa ‘Luz Sin Fin’ o Infinita] la Luz que irradia primero de Ein Sof [Sin Fin o Infinito]; y en la Teogonía de Hesíodo es Gaia que surge de Caos precediendo a Eros. Esto se repite en todas las subsiguientes y menos abstractas creaciones […] Siempre es la Diosa o las diosas las que vienen primero. La primera irradiación deviene la Madre Inmaculada [¡De aquí deriva lo de la ‘Virgen Madre’, porque Parabrahm no tiene género, y a Su nivel no tiene sentido la sexualidad!] de quien proceden todos los Dioses o las antropomorfizadas fuerzas creativas.” […] “Lo primero es la Diosa Madre… Luego sigue, surgiendo de, o mejor, residiendo en  esta Diosa Madre, el Logos inmanifestado [el 1° Logos], el cual es su Hijo y Esposo a la vez, llamado el ‘Padre oculto’. De ambos procede el primer Logos manifestado o Espíritu y el Hijo [el 2° Logos; no confundir con el 'Hijo-Esposo' del 1° Logos] de cuya sustancia emanan los Siete Logoi, cuya síntesis, vista como una Fuerza colectiva, se convierte en el Arquitecto del Universo Visible. Ellos son los Elohim [palabra que en hebreo es un plural] de los judíos.” [“Collected Writings”, vol. X, 302-303]


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